Era un domingo cualquiera de invierno, no podría fecharlo, sólo sé que hacía frío. No aquel tipo de frío que paraliza la vida en casi todos los ámbitos, más, aquel frío que acompaña para pasear con una chaqueta y perderse entre el paisaje de la ciudad. Yo tenía unos 18 años, eso sí lo recuerdo con claridad. Estaba dando mis primeros pasos hacia una independencia personal que había anhelado por mucho tiempo. Había empezado a vivir fuera del nido y en una de mis tantas escapadas a Barcelona volvía en un tren regional destino a mi nuevo hogar compartido.
Este era el último tren de la tarde, con salida a las 19:03 desde Sants y llegada prevista a las 21:15 en Lleida. Quien me conociera por aquel entonces sabía que era una persona muy reservada, lo sigo siendo ahora, pero quizás no tanto como en aquella época. Viajaba siempre con mi mp3 escuchando música y, como siempre, me disponía a disfrutar de dos horas de paisajes embellecidos por el frío, alguna que otra lectura y posiblemente repasar las últimas poesías escritas. Hacía unos años que había empezado con ese hábito, el de tener siempre una libreta u hoja de papel disponible donde plasmar alguna poesía, escrito o pensamiento. Siempre soñando con los ojos abiertos, como sigo haciendo.
Volviendo a aquel vagón, después de una hora de trayecto el tren hace su primera parada, Sant Vicenç de Calders, una de las muchas que le seguirán. Es entonces cuando me doy cuenta de una situación curiosa y decido parar el mp3 para prestar atención. Unos jóvenes (mayores que yo) acompañan a una señora ya mayor a su asiento, no muy lejos de donde yo estaba sentado. No dejan de alabarla y despedirla con entusiasmo, pero cuando uno de ellos menciona las palabras “recital” y “poesía” me dejan clavado a la silla. Según se desprende de la situación, la señora había dado un recital aquel mismo día y ahora se disponía a volver a su casa. En mi afán de curiosidad, intuyendo que era una ocasión única, me acerco a donde ella estaba situada. Entonces fue cuando le pregunté si escribía poesía, si se dedicaba profesionalmente a este género literario. No sabía de nadie que se pudiera dedicar a esto hoy en día. Mi fijación por Lorca y los poetas de su época sitúan a la poesía en el pasado, no en la actualidad, como muchos aún piensan.
Por lo que la señora empieza a relatar que tiene un libro publicado y que va haciendo recitales allí donde la llaman. Quizás la historia hubiese perdido interés poco después, ya que soy muy particular con la poesía y no suelo leer a todos los poetas. Pero lo que la señora describió seguidamente me dejó aún más fascinado.
Según cuenta —imposible verificar—, de pequeña no pudo ir a la escuela, ya que provenía de una familia humilde. Por lo que creció siendo una iletrada hasta bien pasada la juventud. Percibía algo en su mente y lo escribía en la corteza de los árboles, en los muros o allí donde podía, hasta que alguien se dio cuenta de ello. Al preguntarle dónde lo había leído, ella respondía que no lo había leído en ningún sitio, aquello estaba en su cabeza y ella simplemente lo garabateaba ya que no sabía ni leer ni escribir. Según relata, la persona que le preguntó la animó a atender la escuela para adultos y por lo tanto aprender a leer y escribir. Con el paso del tiempo esto la llevó a publicar un libro con su obra y ofrecer recitales por toda Cataluña.
Es extraño el destino, pero este hecho cambió la suerte y el rumbo de mi escritura para siempre. Desde pequeño había conocido gente que escribía meramente con el afán de obtener protagonismo o todo lo contrario. Escribir era el resultado de años de estudio intenso y no me podía englobar en ninguno de estos dos grupos. No pretendía ningún protagonismo, solamente explicar algo que me ocurría, algo que me pasaba por la cabeza.
Quizás hoy, en algún rincón de nuestro país, hay árboles que lloran poesía, y esa poesía sea el resultado de algo tan especial y mágico como el hecho de escribir por el amor de escribir.
De una manera imperfecta, mi afán y único cometido es ese, escribir por el mero hecho de crecer como persona y compartir con el mundo mis pensamientos y vivencias.
Alex Madueño
Para Vim-Magazine
2015
Me he imaginado esos viajes en tren ( manera maravillosa de viajar para mi ) camino de Lleida que hacias y tu paz leyendo y escuchando música Alex....me ha gustado mucho. Un abrazo!
Gracias Javi!!! La verdad es que esos viajes aún me "enganchan" y no es raro que de vez en cuando los haga. Un fuerte abrazo!!