Siempre había soñado con escapar, escapar con él, por aquella sinuosa carretera, que como un imán me atrapaba en su árido paisaje, cada vez que bajaba allí para hacer la colada. Paraba frente a ella, algunas veces la recorría con mis dedos y pensaba en una sola cosa, escapar lejos de allí.
En aquel cuarto oscuro, pendía una bombilla que apenas desprendía luz, es allí donde pasaba largas horas arreglando la ropa, hasta que reconocía la imagen y dejaba que me transportara a su mágico territorio. Aquel día, por algún motivo, había sido diferente al resto, de la nada, apareció hecho una furia Matt por las escaleras y me zarandeó como si fuera estúpida. Al parecer me había estado llamando por un rato y yo, absorta, me había evadido por completo de la realidad que me rodeaba. Tenía la cesta de la colada aún en mi cintura, con la mano derecha haciendo presión contra mi cuerpo, pero me faltaba aún un peldaño para descender.
Recuerdo vagamente el incidente, en la tarde tenía un evento social por lo que decidí aprovechar la mañana y hacer las tareas de casa. Pero al descender al sótano algo me detuvo, un rayo de luz se colaba por la pequeña ventana del cuartucho e iluminaba la imagen que colgaba allí solitaria, de una forma mística me atrapó por completo.
Soñé, unos días antes, que él me llevaba en un coche descapotable por aquella carretera interminable, como los que salen en las películas, y recorríamos el territorio solitario durante horas y horas. Conducíamos como si estuviéramos huyendo de algo importante, nos convertíamos en dos prófugos de la vida real. Al caer la noche aparcamos en una pista de tierra alejada de la carretera principal, allí, él haría un pequeño fuego para calentarnos. Sabía que no necesitaríamos muchas palabras para entendernos, los dos llevábamos a cuestas un pasado de errores y una vida de la cual estábamos huyendo. Haríamos el amor sin prisas, por horas, bajo la única mirada de cientos de estrellas que cubrían el cielo, sería un día perfecto: nosotros, el desierto y la carretera. Luego, quedaría acurrucada entre sus brazos hasta quedarme dormida, sin temor alguno y ni los coyotes, ni los grillos o los pocos coches que pasaran por la solitaria carretera me harían despertar. En la mañana él, calentaría un café improvisado y continuaríamos con nuestra marcha.
No sabría decir cuánto tiempo me había quedado paralizada en aquel peldaño, con aquella imagen en la cabeza, pero Matt se estaba poniendo furioso. Fue entonces cuando le miré fijamente a los ojos y calló por completo. Nunca antes había visto esa expresión en sus ojos, no le estaba escuchando y sabía que algo estaba a punto de suceder. Desde mi boca brotaron como cuchillos palabras que nunca antes me había planteando mencionar en voz alta.
–Matt, hace muchos años que no te quiero. Sigo adelante con esta pesadilla de vida por los niños, pero ellos ya se fueron de casa y necesito mi vida de nuevo, arregla las cosas, quiero el divorcio.
Zafándome de su brazo descendí por última vez aquellas escaleras, arranqué esa imagen de la pared y desaparecí de aquella casa por siempre. Ahora, tengo las llaves del coche en la mano, solo necesito tiempo y desierto, para encontrarle.
Alex [a-m]